“¿Cuándo el jugador compite, actúa por intuición o usando la razón?”
Hasta hace poco tiempo no
nos dimos cuenta que el jugador de las disciplinas colectivas, el cual tenemos
claro que toma infinidad de decisiones a lo largo de un partido y que lo hace a
partir de un sistema muy complicado de decisión, deberíamos ayudarle a buscar
estrategias para entrenarle para mejorar todo este proceso.
En una ocasión le escuché a
un científico experto en las conductas emocionales que existen diferencias entre la toma de
decisiones que se realiza cuando se tienen datos empíricos, de las que se
realizan a partir de otros valores mucho menos tangibles. Es decir, usando la
razón o la intuición.
Lo razonaba de la siguiente
manera; imaginemos que nos encontramos dos grupos perdidos en alta montaña
donde deben tomar una decisión sobre cuál es el camino correcto a seguir. Uno de ellos dispone de mapas, GPS, brújulas
y otras herramientas de consulta, mientras que el otro tan solo dispone de la
experiencia del guía y poca cosa más. Los primeros al disponer de datos
efectivos, toman decisiones a partir del “pensar, del razonar” en cambio el
segundo grupo al no disponer de ningún dato enteramente fiable toma la decisión
a partir de la intuición, basada en la práctica de otras experiencias vividas y
de la interpretación que pueden hacer de una inmediata lectura de la situación.
En este instante es cuando
pensé que en un partido el jugador no toma decisiones a partir del razonamiento
si no de la intuición, puesto que el jugador toma las decisiones en un espacio
de tiempo muy corto y sin tener sobre la mesa excesivos datos que analizar.Según Eduard Punset avalador de esta teoría, por muchas vueltas que le demos, solo parece haber dos grandes sistemas a la hora de tomar decisiones. “¿Cómo hemos tardado tantos siglos en descubrir algo que resultaba esencial hasta para andar por casa?” Fue el premio Nobel Daniel Kahneman el que descubrió esa obviedad:
“el
sistema intuitivo es mucho más influyente de lo que la experiencia parece
aconsejar; es, sencillamente, el secreto
de muchos juicios y pareceres que la gente elige”
Toda esta reflexión trasladada al campo de
lo deportivo nos permite asentar que el jugador en plena actividad competitiva
elige la intuición antes que la razón en el momento de tomar decisiones del
juego. Puesto que las emociones han
revelado tener un mayor peso en la conducta de las personas y, además, ocupan
mucho más espacio en el cerebro que el área donde se producen los procesos racionales.
Si preguntáis a un jugador de vuestro
equipo que acaba de hacer un gol de aquellos “increíbles de gran belleza y
plasticidad” ¿cómo lo has hecho? Probablemente te conteste “¡no se¡ vi el
portero y me salió así” y con toda certeza si te contesta “lo pensé antes de
salir de casa; cuando el portero me salga
le haré el gancho largo, levantaré la bola y la picaré hasta meterla por toda
la escuadra” es que es un adivino. Por lo tanto este jugador utilizó la
intuición ante el pensamiento racional en el momento de tomar dicha decisión.
La intuición no es más que la
capacidad que nos ayuda a tomar decisiones correctas, a manejarnos con eficacia
en el campo deportivo, descubrir las intenciones de quienes nos rodean,
nuestros compañeros, nuestros adversarios... Nos permite encaminar metas y
propósitos. En consecuencia entiendo que deberíamos aprender a entrenar nuestra
mente para desarrollar al máximo nuestro poder intuitivo.
Entrenar un músculo, una
capacidad condicional como puede ser la velocidad o la resistencia es
relativamente sencillo, entrenar la intuición es algo más complejo, pero no por
ello imposible. En el campo de la psicología y
del estudio de las emociones existes métodos que favorecen el desarrollo
de la intuición (relajación, meditación, visualización). Pero este
entrenamiento llevado al campo de la práctica deportiva significa potenciar un
aspecto del que hemos ya comentado en anteriores capítulos “el entrenamiento
perceptivo/cognitivo”.
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